Duplica tu rendimiento

Procura hoy, utilizando el mismo tiempo y esfuerzo que ayer, duplicar tu rendimiento, tus resultados. Es posible. Si lo piensas bien, seguro que encuentras varias maneras de hacer las mismas cosas mejor y más deprisa. Examina tu forma de trabajar, cuestiónalo todo. Cambia lo que no sirva. Ya ha terminado el día. Has conseguido duplicar tu rendimiento. Todo parecía estar en contra, tu jefe, tus compañeros, tu pareja y hasta tú mismo. Pero no ha sido tan difícil. Descansa, te lo has ganado. Disfruta de la tarde, de la cena, de la compañía. Relájate. Sé consciente de ti mismo, de tu vida, de tu tiempo. Y duerme. Duerme bien. Ya es mañana. Procura hoy, utilizando el mismo tiempo y esfuerzo que ayer, duplicar tu rendimiento, tus resultados. Es posible. Si lo piensas bien, seguro que encuentras varias maneras de hacer las mismas cosas mejor y más deprisa... Uff, da como un poco de repelús. Dios mío, estoy empezando a hablar como ellos, como los apóstoles de la riqueza, como los reverendos esos norteamericanos que salían en los primeros capítulos de Boston Legal o en El curioso caso de Benjamin Button (aquí era un reverendo a secas, buena película, por cierto). No es necesario que nos convirtamos en robots, no es necesario duplicar la productividad día tras día. Pero podemos intentarlo. Es bueno tener metas. Y seguro que algo habremos avanzado al final del día y algo más cerca estaremos de nuestros objetivos. Que consigas o no los resultados que te habías propuesto no es la meta. La meta es adoptar ese pensamiento, creer que es posible, intentarlo. La meta es pensar distinto, creer en algo, hacer la diferencia. La meta es crecer. Es saber que podemos hacer algo bueno con nuestras vidas. Algo más. Y hacerlo.

Ahora, me voy corriendo a lavarme la boca con jabón.